martes, 1 de marzo de 2011

E PUR SI MUOVE Galileo Galilei (Pisa1564/Florencia 1642)

Cada día es más evidente que estamos atravesando una época convulsa, probablemente preludio de grandes cambios que se vivirán próximamente y que marcaran una nueva época.

Nadie podrá negar que los tiempos que vivimos serian apasionantes, sino fuera por la ínfima calidad de los gestores que representa deben liderar los cambios. Vemos revoluciones populares levantadas a golpe de móvil y twitter, sin más líder que el hartazgo de una mayoría que ya más nada tiene por perder. Vemos incesantes avances científicos en todos los campos que nos cambian y nos cambiaran aun más nuestras vidas. Hasta la actual crisis que nos arrolla y que tanto sufrimiento social conlleva, deberá servir, si sabemos escarmentar, para desenmascarar e impedir la libérrima vida que la especulación financiera lleva, arruinando a unos, enriqueciendo a otros y nada socialmente provechoso produce.

La cantidad y velocidad de cambios es grande. Otra cosa es que los registremos, pero tampoco cada mañana ante el espejo, año tras año, ni vemos, ni queremos ver que vamos cambiando. Pero cambiamos. E pur si muove.

Como visión de contraste para visualizar de manera radical los cambios, podemos tomar, por ejemplo, Cuba; llevan 50 años, unos suspirando para que muera el tirano y otros para que no, y así viven como en una especie de Brigadoon, aquel pueblo escocés que emerge un día y duerme 100 años.

Hace unos días en La Vanguardia (03/02/11), me llamó la atención el titular “Hacerse mayor” (en qué estaría yo pensando) de la escritora Laura Freixas y claro, lo leí.

Decía: “Se ha dicho que los historiadores romanos del siglo I d. C. cometieron un fallo garrafal. Distraídos como estaban contando los delirios de Nerón o la conquista de Mesopotamia, se les pasó por alto precisamente el acontecimiento decisivo, el que más iba a influir en los siglos siguientes: la aparición del cristianismo”.

Tras unas consideraciones sigue “Pero lo que no ha cambiado, me parece, es cómo en la juventud nunca prevemos que dejaremos de ser jóvenes. Que tras representar el futuro, seremos los protagonistas del presente, para encontrarnos, por último, relegados al pasado. Como escribió Trotski, la vejez es lo más inesperado que le ocurre al ser humano”.

Más adelante sigue Creemos que envejecer consiste en arrugarse, encogerse, tener achaques. Y resulta que también consiste en otras cosas, algunas tan sorprendentes como el reflejo de la edad en los usos lingüísticos”.

Laura Freixas se queda corta. No tan solo delata la edad los usos lingüísticos, también los husos horarios, hoy se sale a ver qué hay a partir de la 1 de la madrugada.

Más aun. Hoy, algunos ya empezamos a chirriar escribiendo en lo que podríamos llamar escritura etimológica, porque incluso parece que quieras darte pisto (expresión antigualla y delatora) si escribes sin faltas de ortografía y de todo. La aparición de la escritura fonal, palabra etimológicamente derivada de sonido y móvil (me lo acabo de inventar), y que seguro la hemos visto en casa, nos deja también un poco al margen, al no tan solo no saber escribirla, sino que incluso nos cuesta leerla. Se trata de un lenguaje no silábico, estrictamente fonético, que propone reconstruir los sonidos de las palabras. En escritura etimológica el texto Esta noche llegaré tarde, pero espérame, en escritura fonal seria algo así como Sta noxe llgare tard, xo sprame.

Con todo, es tal el estruendo que nos producen tantos cambios y querer estar en todas las salsas, que vivimos aturdidos y confusos, perdemos consciencia y perspectiva de nosotros mismos, de modo que ya sin demasiada noción de ayer, hoy y mañana, dejamos de vivir en presente de indicativo y optamos por el infinitivo: poder, ser, tener, ir, llegar…

De repente, un día, encontramos que nuestros hijos tienen nuestra misma edad, sin saber qué ha pasado entre su comunión y su boda y nos invade la angustiante sensación de que nos hemos perdido entre los vericuetos de la vida, a veces incluso ajena.

Hace unos años, con gran emoción, asistí a los últimos momentos de vida de una persona que había vivido activamente más de 90 años, consciente del momento que le llegaba me dijo: “no se como me ha pasado la vida”. Aquellas palabras las llevo grabadas al fuego.