lunes, 5 de abril de 2010

!CHUPATE ESA, ALBATROS!

¡CHUPATE ESA, ALBATROS!

Puse un pie y luego el otro en tierra firme, no era un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la Humanidad, era sencillamente el móvil que interrumpió mi agradabilísima excursión en bicicleta, en una limpia y soleada mañana de Primavera, por uno de los cada día más concurridos paseos voramar del Maresme. Mi socio me llamaba para aclarar algunos puntos sobre un informe.

Con la bicicleta entre las piernas y enfrascado en la conversación, miraba sin atención especial como el leve movimiento del agua clara del mar, con suave movimiento de balanceo, hacía en la orilla la danza del vaivén.

Como un flash, a unos 50 metros vi algo que aparecía y desaparecía de la superficie del agua. ¿Qué había sido?. ¿Una foca?, ¿un delfín?, ¿la aleta de un peligroso tiburón?. Sin perder el hilo de la conversación, fijé la mirada en el agua intentando ver si de nuevo sucedía el fenómeno. Y ¡sí señor!, unos 30 segundos después salió del agua una especie de pato, tamaño gaviota, pero no era una gaviota, era parduzco; no tengo ni idea de aves, así que apurando mis recursos ignorantes, mentalmente le llamé Albatros. Repitió la inmersión de unos 30 segundos o algo más; emergía con un pez o parecido en la boca y con gesto ágil y hábil tragaba y así hasta unas tres veces más. Sin más explicación, de repente, en medio del agua, con agitado movimiento enérgico sacudió sus plumas, levantó el vuelo y se perdió hacia el sur.

Mi estúpida soberbia de animal superior, me dejó con los dos pies clavados en el suelo, desconcertado y medio deprimido en nombre de todos mis congeneres: la Especie Humana.

O sea, el hombre para volar ha necesitado millones de años de existencia. Las largas inmersiones a pulmón sólo las hacen unos aventajados buscadores de perlas o coral. Comer pescado fresco es un lujazo que ni en un japonés. Estar sumergido bajo el agua y salir volando a voluntad… creo que este logro aun no está a nuestro alcance. Aquel albatros (tendré que buscar en Google qué es un albatros), sin el menor pudor, inconsciente de lo que me estaba humillando como especie, lo hizo todo seguido y de una vez, sin darle la menor importancia, como si nada. Mi único mérito fue, y lo digo para desmentir a algunas amigas, entre ellas mi mujer, que fui capaz de ver toda esta escena, a la vez hablar por teléfono con concentración y encima sorprenderme. Hice no dos, sino ¡tres cosas a la vez!, aunque un amigo que me quiere bien, me hizo ver que hice 5: ver, hablar, sorprenderme, desconcertarme y medio deprimirme.

Que yo pudiera ir en bicicleta y el albatros no, no me pareció aplastantemente superior a lo que acababa de ver, tenia que remontar el ánimo y devolver a MI ESPECIE su puesto de ser superior. Un acto de semejante soberbia hizo que Luzbel se convirtiera en Lucifer y esté penando para siempre en el fuego eterno. Evalué el riesgo de mi postura reivindicativa y decidí que no era para tal castigo, así que decidí seguir en el empeño.

No fue sencillo hacerlo, tuve que pedalear bastante hasta encontrar una línea argumental sostenible, dicho así, en expresión de políticos con ideas sólidas y sostenibles. No conseguía encontrar argumentos suficientemente contundentes que dejaran al presunto albatros en poca cosa. Tuve que rebajar, como especie, las pretensiones y refugiarme más modestamente en la cuestión generacional y además reducida a las personas nacidas en el siglo XX, no más allá de 1958; es decir, mi generación. Esta sería mi apabullante tesis: SOMOS LA GENERACIÓN QUE HEMOS VIVIDO Y ASIMILADO LOS CAMBIOS MAS ESPECTACULARES DE TODA LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD.

No tan solo hemos vivido y sido testigos de espectaculares cambios como antes nadie, sino que además nos hemos integrado en ellos como activos usuarios. De pequeños, como cosa natural, hemos visto como se hacia el transporte de mercancías en carros tirados por potentes percherones. Poquísimos años después fuimos testigos de como el hombre pisaba la Luna. Viajar de Barcelona a Puigcerdá era toda una epopeya, hoy ir a Nueva York es una vulgaridad, volver a Puigcerdá un shock emocional. Hemos usado una Hispano Olivetti robusta y negra, que ya había usado el abuelo. Hoy escribimos con elegantes Apple de diseño grácil. Nos hemos adaptado a lo efímero de los bienes de uso y también a lo efímero de la Plaza de Las Glorias. Nos creímos en la cresta de lo avanzado cuando compramos el primer PC con 8 megas de memoria RAM, hoy para arrancar el AUDI se necesita mucho más que eso. Recuerdo a mi padre esperando todo un día para hablar por teléfono con Vigo y eso que mi madre era telefonista de Telefónica. Hoy, a través del móvil, incluso podemos ver en tiempo real los goles del Alcorcón o del Olympic de Lyon. A cualquier albatros le parecería inasumible tanto cambio en unos pocos 60 años; ¡pues ahí estamos!, somos nosotros, como si tal cosa.

Si fragmentáramos la historia en grandes etapas, por ejemplo el Antiguo Imperio Egipcio (2686 a.C.) hasta Amenofis I (1560 a.C.) del Imperio Nuevo, estamos hablando de unos 1100 años, los cambios más apreciables podrían ser el material de algunas armas de guerra, tipos de carruajes y algo en arquitectura. Si lo tomamos desde Julio Cesar (49 a.C) hasta Diocleciano (305 d.C), unos 350 años, es posible que algún historiador pueda decirme lo contrario, pero si algo sucedió fue retroceder (conste que tampoco tengo ni idea de historia, por más que entre mi selección de autores estén los de La Biblia, Herodoto, Jaume Vicens y Ramón J. Sender, que por cierto, últimamente que tanto se ha ponderado a Miguel Delibes, sin quitarle el más mínimo mérito de gran escritor, siempre he pensado que algo debió beber de Sender. Dicho esto para mi desconocido lector, amante de la polémica y que espero aun me siga leyendo).

Bien es cierto que esta generación, hasta ahora única en la Historia Universal (a sabiendas de que la historia jamás es como fue, sino como se explica), “los escogidos” cuando llegamos a este Planeta, nos encontramos que desde Diocleciano hubieron algunos cambios determinantes; eso sí, en un tramo de 1600 años y no de 60 como nosotros: Gutenberg, Mozart, la máquina de vapor, la radio, el teléfono, Faraday, el motor de explosión, los rayos X, Freud. Con todo, conste que en el campo aun se labraba como cuando Diocleciano, por no decir Julio Cesar: mula y arado. Y en uso, algunos vi que aún eran de madera.

Se podrían citar otros muchos cambios espectaculares vividos. Cada lector podría completar la lista, pero con esto, creo que mi generación queda suficientemente exclusiva y muy por encima de cualquier otra generación. Así que… ¡Chúpate ésa, albatros!. Y otro día, menos aires de indiferente superioridad a la hora de exhibir habilidades y un poco más de respeto, que todos somos animales.